Caja de Brevas
$ 20.500 El precio original era: $ 20.500.$ 16.400El precio actual es: $ 16.400.
Cada caja contiene: 6 Unidades
Las brevas con dulce son un manjar de nuestra tierra. En Dulcilandia las preparamos con fruta fresca, cocinada lentamente en almíbar para resaltar su sabor natural y mantener esa textura jugosa que tanto gusta. Este postre, típico en las mesas colombianas, se disfruta solo o acompañado de un buen pedazo de queso, creando la mezcla perfecta entre lo salado y lo dulce. Cada frasco de brevas encierra la dedicación y el cariño con los que trabajamos desde hace más de 20 años, para que disfrutes de un producto lleno de tradición.
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Las brevas con dulce son un manjar de nuestra tierra. En Dulcilandia las preparamos con fruta fresca, cocinada lentamente en almíbar para resaltar su sabor natural y mantener esa textura jugosa que tanto gusta. Este postre, típico en las mesas colombianas, se disfruta solo o acompañado de un buen pedazo de queso, creando la mezcla perfecta entre lo salado y lo dulce. Cada frasco de brevas encierra la dedicación y el cariño con los que trabajamos desde hace más de 20 años, para que disfrutes de un producto lleno de tradición.
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Cada caja contiene: 6 Unidades
Las panuchas son una ricura bien santandereana, de esas que uno prueba y se le alegra el alma. Son unas panelitas pequeñas, hechas con panela derretida y maní tostado —a veces con un toquecito de mantequilla o leche— que se mezclan y se dejan enfriar hasta quedar duritas, dulces y crujientes.
Por acá uno las consigue en los pueblos, envueltas en papel o en bolsitas, y son el pasabocas perfecto con un tintico o una avena fría. Algunos hasta las usan pa’ endulzar la vida cuando pega la nostalgia. En pocas palabras: una joya de la tradición santandereana, sencilla pero sabrosita, como todo lo bueno de esta tierra.
Caja de Surtidos
Son unos cuadritos de colores —rosado, verde y amarillito— hechos con coco rallado, leche y azúcar. Cada bocado es una fiesta: el crujidito del azúcar por fuera y lo blandito por dentro, como pa’ que se le derrita a uno en la boca mientras charla en la mecedora con un tintico caliente.
Antes los vendían en los kioscos o en las ferias, envueltos en papelito celofán, y uno no se podía ir sin llevar un puñadito pa’ la casa. Porque vea, un santandereano sin un dulce de coco es como un mute sin mazorca, ¡no es lo mismo!

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