Caja de Cocadas
$ 20.500 El precio original era: $ 20.500.$ 16.400El precio actual es: $ 16.400.
Cada caja contiene: 10 Unidades
Nuestras cocadas son un viaje directo al corazón de la tradición colombiana. Elaboradas con coco fresco rallado y cocido lentamente con azúcar, cada bocado despierta memorias de la niñez, de tardes soleadas en el pueblo y de la dulzura compartida en familia. Con más de 20 años de experiencia, en Dulcilandia hemos perfeccionado la receta para que cada cocada conserve ese toque casero y artesanal que tanto nos representa. Son perfectas para acompañar un café, compartir con los amigos o simplemente para regalarse un momento de alegría.
Cada caja contiene: 10 Unidades
Nuestras cocadas son un viaje directo al corazón de la tradición colombiana. Elaboradas con coco fresco rallado y cocido lentamente con azúcar, cada bocado despierta memorias de la niñez, de tardes soleadas en el pueblo y de la dulzura compartida en familia. Con más de 20 años de experiencia, en Dulcilandia hemos perfeccionado la receta para que cada cocada conserve ese toque casero y artesanal que tanto nos representa. Son perfectas para acompañar un café, compartir con los amigos o simplemente para regalarse un momento de alegría.
| Peso | 0,2 kg |
|---|---|
| Dimensiones | 9 × 13 × 4 cm |
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Las panuchas son una ricura bien santandereana, de esas que uno prueba y se le alegra el alma. Son unas panelitas pequeñas, hechas con panela derretida y maní tostado —a veces con un toquecito de mantequilla o leche— que se mezclan y se dejan enfriar hasta quedar duritas, dulces y crujientes.
Por acá uno las consigue en los pueblos, envueltas en papel o en bolsitas, y son el pasabocas perfecto con un tintico o una avena fría. Algunos hasta las usan pa’ endulzar la vida cuando pega la nostalgia. En pocas palabras: una joya de la tradición santandereana, sencilla pero sabrosita, como todo lo bueno de esta tierra.
Caja de Surtidos
Son unos cuadritos de colores —rosado, verde y amarillito— hechos con coco rallado, leche y azúcar. Cada bocado es una fiesta: el crujidito del azúcar por fuera y lo blandito por dentro, como pa’ que se le derrita a uno en la boca mientras charla en la mecedora con un tintico caliente.
Antes los vendían en los kioscos o en las ferias, envueltos en papelito celofán, y uno no se podía ir sin llevar un puñadito pa’ la casa. Porque vea, un santandereano sin un dulce de coco es como un mute sin mazorca, ¡no es lo mismo!

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